LA GRUTA DE LA TRAICION

Al final del siglo IV, la narración de Egeria muestra a los fieles de Jerusalén venerando, conforme a los relatos evangélicos, la Agonía de Jesús y su arresto, en dos lugares diferentes. Aun cuando parecen desconocer el sitio de la Agonía, los peregrinos posteriores continúan visitándolo, “donde Judas entregó al Señor”. Asociado, primero, con una roca, y después con una gruta, ese recuerdo estaba localizado a la izquierda del camino que unía la ciudad con el monte de los Olivos. Como una reconstrucción de aquella noche de Getsemaní, nos permite imaginarla así: es en esta gruta donde Jesús había dejado a los ocho Apóstoles, a quienes, acompañado de Pedro, Santiago y Juan, volvió a encontrar, antes de salir al encuentro de Judas (Fig. 18).
La gruta de la traición
1. LAS FUENTES LITERARIAS

Los libros litúrgicos no mencionan expresamente el lugar “donde Judas entregó al Señor”; pero, la palabra “Getsemaní”, que emplean, designa seguramente la gruta llamada de la Traición. En el transcurso de la procesión del Viernes Santo, el Leccionario armenio (417-439) y el Gran Leccionario georgiano de la iglesia de Jerusalén (siglos V-VIII) ordenaban leer en este lugar el relato de la Agonía y el arresto de Jesús, según Mateo (26,31 [36]-56). Más tarde, este texto fue sustituido por el relato, menos apropiado, de la comparecencia de Jesús ante Pilato (Jn 18, 2819,16).
Como lo atestigua la narración del peregrino Willibald (724-726) y el Typicon de la iglesia de Jerusalén (siglos X-XI), la distinción, no obstante, ha permanecido constante entre el sitio de la Agonía y el de la traición, y los cruzados la han recuperado.
En el siglo XIV. acaeció un cambio de las dos localizaciones, cuyos primeros testimonios son los peregrinos Humberto de Dijon (1130) y Guillermo de Boldensele (1333). Este cambio, que terminó dando a la gruta el nombre erróneo de “gruta de la Agonía”, debió de durar hasta el descubrimiento de las iglesias de la Agonía.
Como los cristianos orientales mantuvieron la tradición primitiva del lugar de la Agonía, la cuestión se plantea sobre el origen del cambio. Es posible que un texto inscrito en la pared de la gruta, y sobre el cual volveremos, motivó el cambio a los peregrinos. También es posible que la destrucción de la iglesia de San Salvador llevase a los fieles a elegir otro lugar, para venerar la Agonía como santuario.
Los propietarios de la gruta autorizaban a los franciscanos a utilizarla como oratorio, e incluso a celebrar allí la misa ciertos días, especialmente el Miércoles Santo. Según el canónigo Doubdan (1652), el recinto, que servía de establo durante la época calurosa, estaba lleno de estiércol de cabras y ovejas.
La adquisición de la gruta por los franciscanos, en enero de 1682, incluso mejorando la situación, no puso fin de inmediato a todas las dificultades. No sólo los nuevos propietarios se vieron obligados, por dos veces, a defender sus derechos, sino que, según el peregrino M. Ladoire (1719), no podían ni menos impedir a los vecinos el entrar con sus ganados en la gruta, que se encontraba, por consiguiente, “mal cuidada y sucia”.
Desde el comienzo del siglo XIX, afortunadamente, nadie volvió a perturbar el recogimiento que ofrecía a los peregrinos este lugar, testigo de la pasión de su Salvador.
En esta misma gruta de Getsemaní, diversos documentos sitúan una comida en el transcurso de la cual Jesús habría lavado los pies de los Apóstoles. En esta información, es preciso ver la antigua tradición de las tres cenas (comidas) del Señor, de las que hemos hablado anteriormente.

2. ESTRUCTURA Y DECORACION DE LA GRUTA

La gruta de Getsemaní mide grosso modo 19 m por 10 m. La enorme inundación de noviembre de 1955, impulsó los trabajos de restauración, que el P. Virgilio Corbo dirigió en 1956-1957, y que le proporcionaron la ocasión de estudiar la estructura y el subsuelo del lugar.
La traición de Judas,  un grabado de Doré
La gruta se abría antiguamente por el norte, por una abertura de unos 5m de ancho. Constaba de la actual parte central, de un hueco al este y, seguramente, de una prolongación hacia una pequeña gruta situada al sudeste. El hueco parece haber albergado una prensa, cuyo brazo se apoyaba en una cavidad del muro sur, aún visible (Fig. 24).
Al noroeste de la gruta, una desigualdad del banco rocoso había sido ampliado para que sirviera de cisterna. Las aguas descendían del techo por un pequeño canal, excavado dentro de la pared exterior, norte de la gruta, y conducidas hasta una pila de decantación, situada al exterior, antes de llegar a la cisterna.
Estos son los diversos elementos que parecen haber existido en la época evangélica e indican el uso agrícola del recinto. Esta utilización no se oponía, además, a otros usos fuera de la temporada de las aceitunas.
Arreglada para capilla, en el siglo IV, la gruta recibió, entonces, una especie de deambulatorio, existente hoy, que se extendía a lo largo de los muros sur y oeste, y cuya bóveda era más baja que la de la parte central.
Cuatro pilastras rocosas sostenían la bóveda de la nueva capilla, a la que iluminaba una abertura hecha en el techo. Una pequeña cisterna, excavada debajo de este vano, recogía las aguas de la lluvia.
Más tarde, la entrada ha sido cambiada hacia el oeste, tal vez cuando la construcción de la iglesia de la Asunción, que obstruía la entrada a la gruta. La nueva entrada mide cerca de 2m de ancha por 1,90m de alta.
La capilla está pavimentada con un mosaico blanco, que la excavación de las tumbas lo dañó mucho. A excepción del presbyterium, situado en el hueco oriental, el subsuelo ocultaba, en efecto, una necrópolis de 42 tumbas, datadas en los siglos V-VIII, aunque reutilizadas durante la época de las cruzadas.
details in grotto
La gruta de Getsemaní: detalle de la entrada y del techo
La gruta se abría antiguamente por el norte, por una abertura de unos 5m de ancho. Constaba de la actual parte central, de un hueco al este y, seguramente, de una prolongación hacia una pequeña gruta situada al sudeste. El hueco parece haber albergado una prensa, cuyo brazo se apoyaba en una cavidad del muro sur, aún visible (Fig. 24).
Al noroeste de la gruta, una desigualdad del banco rocoso había sido ampliado para que sirviera de cisterna. Las aguas descendían del techo por un pequeño canal, excavado dentro de la pared exterior, norte de la gruta, y conducidas hasta una pila de decantación, situada al exterior, antes de llegar a la cisterna.
Estos son los diversos elementos que parecen haber existido en la época evangélica e indican el uso agrícola del recinto. Esta utilización no se oponía, además, a otros usos fuera de la temporada de las aceitunas.
Arreglada para capilla, en el siglo IV, la gruta recibió, entonces, una especie de deambulatorio, existente hoy, que se extendía a lo largo de los muros sur y oeste, y cuya bóveda era más baja que la de la parte central.
Cuatro pilastras rocosas sostenían la bóveda de la nueva capilla, a la que iluminaba una abertura hecha en el techo. Una pequeña cisterna, excavada debajo de este vano, recogía las aguas de la lluvia.
Más tarde, la entrada ha sido cambiada hacia el oeste, tal vez cuando la construcción de la iglesia de la Asunción, que obstruía la entrada a la gruta. La nueva entrada mide cerca de 2m de ancha por 1,90m de alta.
La capilla está pavimentada con un mosaico blanco, que la excavación de las tumbas lo dañó mucho. A excepción del presbyterium, situado en el hueco oriental, el subsuelo ocultaba, en efecto, una necrópolis de 42 tumbas, datadas en los siglos V-VIII, aunque reutilizadas durante la época de las cruzadas.