CAFARNAÚN Y LOS EVANGELIOS
1.Cafarnaún, "la ciudad de Jesús"
Las excavaciones de Cafarnaún facilitan la ambientación de muchos pasajes del
Evangelio. Jesús, según los Evangelios, "abandonó Nazaret y se fue a
vivir a Cafarnaún" (Mt 4,13), que pasó a ser, en cierto aspecto, "su
propio pueblo" (Mt 9,1). Cafarnaún ofrecía la ventaja de hallarse situada
a lo largo de la gran arteria que conducía de Beisán a Damasco; permitía a
Jesús. encontrar a muchísimas personas, mientras que Nazaret era una aldehuela
montañosa, aislada de las grandes vías de comunicación. Al mismo tiempo,
Cafarnaún distaba lo suficiente de los grandes centros urbanos, en especial de
Tiberíades, donde Herodes Antipas había establecido su capital. Así Jesús
podía difundir ampliamente su mensaje mesiánico, sin provocar reacciones
inmediatas de parte de los jefes políticos y religiosos. Además, al contrario
que Nazaret, Cafarnaún tenía una población muy variada: pescadores,
agricultores, artesanos, comerciantes, recaudadores, etc. Vivían en una misma
población, pero al parecer sin graves desigualdades económicas. Incluso las
relaciones entre los habitantes de Cafarnaún y los romanos se caracterizaban
por una especial cordialidad, hasta el punto de que un centurión romano llegó
a construirle la sinagoga a la comunidad hebrea, mientras los ancianos del
poblado, en intercambio de similar generosidad, recomendaron a Jesús que curara
al criado (Le 7, 1 - 10).
Jesús dirigió su mensaje a esta gente laboriosa y de mente abierta y eligió
de esta misma comunidad la mayoría de sus discípulos, ya entre los pescadores
(Pedro y Andrés, Santiago y Juan), ya entre los publicanos (Mateo).
2.La casa de Simón Pedro
Como hemos visto, la comunidad cristiana de Cafarnaún tenía
un miramiento especial por la casa de Simón Pedro. Bien pronto esta casa pasó
a ser "la casa" de los seguidores de Jesús, o sea, una domus-ecclesia.
En realidad, la redescubierta casa de Pedro nos ofrece el primer ejemplo en el
mundo cristiano de una domus-ecelesia. Las razones especiales de esta elección
pueden encontrarse, en los Evangelios mismos. Fue el propio Jesús quien escogió
esta casa come su hogar de Cafarnaún. Y del mismo modo que Cafarnaún llegó a
ser "la ciudad de Jesús , así a casa de Pedro puede ser justamente
llamada la casa de Jesús".
Si pensamos en la proverbial concisión de los Evangelios, nos impresionan de
inmediato las numerosas citas relativas a la casa de Pedro. He aqui algunos
pasajes:
"Al salir de la sinagoga, Jesús se fue
inmediatamente a casa de Simón y de Andrés, con Santiago y Juan. La suegra de
Simón estaba en cama con fiebre. Le hablaron en seguida de ella, y él se acercó,
la cogió de la mano y la levantó. La fiebre le desapareció y se puso a
servirles.
Al atardecer, cuando ya se había puesto el sol, le llevaron todos los enfermos
y endemoniados. La población entera se agolpaba a la puerta. El curó entonces
a muchos enfermos de diversos males y expulsó a muchos demonios, pero a éstos
no les dejaba hablar, pues le conocían" (Mc 1,29-34).
Estos dos fragmentos contienen algunos detalles que los recientes hallazgos
arqueológicos pueden esclarecer de manera concreta. La casa visitada por Jesús
se encontraba unos 30 m al sur de la sinagoga. Era una vivienda grande, pues
contaba con muchas habitaciones que daban a un amplio patio. No nos extraña,
pues, al leer que tres familias compartían aquel hogar, esto es, la familia de
Pedro, la de su hermano Andrés y la de la suegra. Este era en aquel tiempo el
tipo común de las casas privadas que hemos descubierto en Cafarnaún. Leemos
además que la ciudad entera se agolpaba ante la puerta". Este pormenor de
Marcos permite suponer la existencia de un gran espacio libre delante de la
puerta. Y así es, de hecho. La casa descubierta se hallaba a lo largo de la
calle principal del poblado, que va en dirección norte-sur, y disponía de un
espacio libre entre la puerta de entrada y la susodicha calle. Y no hay que
olvidar que el lado sur, hacia el lago, estaba también exento de viviendas.
"Cuando llegaron a Cafarnaún, se acercaron a Pedro
los que cobraban el impuesto del templo y le dijeron: - ¿No paga vuestro
maestro el impuesto? Pedro dijo: - sí. Al entrar en casa, se anticipó Jesús a
decirle: - ¿Qué te parece, Simón¿ Los reyes de la tierra, ¿de quiénes
cobran los impuestos y contribuciones, de sus hijos o de los extraños? Pedro
contestó: - De los extraños. Jesús le dijo: - Por tanto, los hijos están
exentos. Pero para que no se escandalicen, vete al lago, echa el anzuelo y el
primer pez que pique sácalo, ábrete la boca y encontrarás en ella una moneda
de plata. Tómala y dásela por mí y por ti" (Mt 17,24-27).
Sólo narra esta escena Mateo, que era entonces recaudador de impuestos. Pedro
aparece como intermediario entre los cobradores de tributos y Jesús. Al
parecer, Pedro estaba dispuesto a pagar por sí y por Jesús, pero al final es
Jesús mismo quien paga el tributo por los dos. El contexto da a entender que
Jesús era el huésped de Pedro y que, como tal, se le consideraba miembro de la
familia de Pedro. Por eso, Pedro y Jesús van a la par en cuestión de
impuestos.
E"Después de algunos días entró de nuevo en
Cafarnaún y se corrió la voz de que estaba en casa. Acudieron tantos que no
cabían ni delante de la puerta. Jesús se puso a hablarles. Le llevaron
entonces un paralítico entre cuatro. Pero, no pudiendo presentárselo a causa
del gentío, levantaron la techumbre por encima de donde él estaba, abrieron un
boquete y descolgaron la camilla con el paralítico tendido. Jesús, viendo la
fe que tenían, dijo al paralítico: - Hijo, tus pecados te son perdonados"
(Mc 2,1-3).
El inciso de que era tal el tropel de la multitud que no había sitio
"ni delante de la puerta", es una cita literal de Mc 1,33. Se habla,
pues, una vez más de la casa de Pedro. La expresión griega "en oikoi"
se puede traducir tanto "en una casa" como "en (su) casa".
Aquí es preferible la segunda versión. En otras palabras, la curación del
paralítico ocurrió en la casa de Pedro, y ésta se consideraba la casa de Jesús.
El descenso del paralítico, a través del techo levantado, no resulta extraño
en la contextura de los barrios habitados de Cafarnaún, donde las viviendas de
una planta se cubrían de techumbres ligeras, a las que se subía por unos peldaños.
"Volvió a casa, y de nuevo se reunió tanta gente que no podían ni comer
un bocado. Sus parientes, al enterarse, fueron para hacerse cargo de él, pues
decían: - Está fuera de sí. Llegaron su madre y sus hermanos y, desde fuera,
le mandaron llamar. La gente estaba sentada a su alrededor, y le dijeron: ¡Oye!
Tu madre y tus hermanos están fuera y te buscan. Jesús les respondió: - ¿Quién
es mi madre y mis hermanos? Miró entonces a los que estaban sentados a su
alrededor. Y añadió: - Estos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la
voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre" (Mc 3,20-21 y
31-35).
El pasaje describe a grandes rasgos las dos familias de Jesús: los
parientes que le aguardan en la calle, y los discípulos sentados en tomo a él,
en la casa. En el estilo de Marcos, el contraste entre los que se hallan fuera y
los que están sentados dentro de la casa, reviste connotaciones cristológico-eclesiales.
En cierto modo, la casa de Jesús en Cafarnaún - la casa de Pedro - entraña la
idea de una domus-ecclesia.
3.Jairo y el centurión romano
Además de la casa de Simón Pedro, los Evangelios recuerdan
explícitamente otras tres casas: la casa de Mateo, donde Jesús comió en compañía
de los recaudadores de tributos (Mc 2,15-17); la casa de Jairo, uno de los jefes
de la sinagoga, cuya hija resucitó Jesús (Mc 5,22-24 y 35-43); y la casa del
centurión romano (Lc 7,1-10).
No ha sido posible localizar e identificar estas casas. Vale también esta
observación para la casa de los apóstoles Santiago y Juan, que sin duda residían
en Cafarnaún (Mc 1,19-20). Parece que estas casas no tuvieron interés para la
comunidad cristiana de Cafarnaún y su emplazamiento fue pronto olvidado. Tal
vez una y otra se hallen entre las de la extensa zona ya excavada; pero, de
momento, sólo la casa de Pedro ha sido identificada.
4.Jesús en la sinagoga
Los evangelistas no mencionan más que un edificio público en Cafarnaún: la
sinagoga construida por el centurión romano (Lc 7,5) Naturalmente la sinagoga
era el centro de la comunidad hebrea, y Jesús la frecuentaba; en ella predicaba
y realizaba milagros.
"Llegaron a Cafarnaún y, apenas comenzó el sábado,
entró en la sinagoga y se puso a enseñanza. Se admiraban de su enseñanza
porque los instruía con autoridad, y no como los maestros de la ley. En la
sinagoga había precisamente un hombre con espíritu inmundo, que se puso a
gritar: - ¿Qué tenemos nosotros que ver contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has
venido a destruirnos? ¡Sé quien eres: el santo de Dios! Jesús le increpó
diciendo: - ¡Cállate y sal de ese hombre! El espíritu inmundo le retorció
violentamente y, dando un fuerte alarido, salió de él. Todos se quedaron
asombrados y se preguntaban unos a otros: - ¿Qué es esto? ¡Una doctrina nueva
llena de autoridad! ¡Manda incluso a los espíritus inmundos y éstos le
obedecen! Pronto se extendió su fama por todas partes, en toda la región de
Galilea" (Mc 1,21-28).
En la misma sinagoga Jesús prometió la Eucaristía. Juan consagró un largo
capítulo al discurso de Jesús sobre el pan de la vida (Jn 6,23-71). He aquí
un fragmento.
Ellos le replicaron: - ¿Qué señal puedes ofrecemos para
que, al verla, te crearnos? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná
en el desierto, como dice la Escritura: Les dio a comer pan del cielo. Jesús
les respondió: - Os aseguro que no fue Moisés quien os dio el pan del cielo.
Es mi Padre quien os da el verdadero pan del cielo. El pan que Dios da viene del
cielo y da la vida al mundo. Entonces le dijeron: - Señor, danos siempre de ese
pan. Jesús les contestó: - Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no
tendrá más hambre; el que cree en mí nunca tendrá sed... Yo soy el pan de la
vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto y, sin embargo, murieron.
Este es el pan del cielo, y ha bajado para que, quien lo coma, no muera. Yo soy
el pan vivo bajado del cielo. El que come de este pan, vivirá siempre. Y el pan
que yo daré es mi carne. Yo la doy para la vida del mundo. Esto suscitó una
fuerte discusión entre los judíos, los cuales se preguntaban: - ¿Cómo puede
éste damos a comer su carne? Jesús les dijo: - Yo os aseguro que si no coméis
la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en
vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo le
resucitaré en el último día... Todo esto lo expuso Jesús enseñando en la
sinagoga de Cafarnaún" (Jn 6,30-59)
Algún vestigio de la sinagoga del siglo primero ha sido hallado bajo la
monumental sinagoga blanca del siglo cuarto. Solamente Egeria menciona la
sinagoga de Cafarnaún, mientras resulta verdaderamente extraño que las fuentes
rabínicas no aludan nunca a este espléndido edificio.