Querida María: 

Hoy me ha dado por charlar contigo sobre el rosario. 
Cuántas veces lo rezaste y lo rezamos juntos. 
Qué deseo tenías de amar el santo rosario. 

Este encuentro con la Virgen siempre ha sido muy entrañable; rosarios cargados de agradecimiento, de súplicas, de expiaciones, en ocasiones con esfuerzo, las más con ilusión, siempre con esperanza y deseos de amar  más. 

Rosarios tan especiales como los que rezamos entrando en   Czestochowa,  ante la Virgen de Fátima,  y siempre entonando canciones  acompañados con la guitarra de Lucía. 

También me vienen a la memoria otros encuentros entrañables  en Santuarios de  la Virgen:  Lourdes, el Pilar, el Rocío,  Torreciudad, en Montserrat,  en aquella calle parisina “rue du Bac” ante la  Virgen de la medalla  Milagrosa, con mención especial también, a la Virgen de Einseldein de Suiza. 

Era para ti el rosario un encuentro especial, cuántas veces hemos hablado de ello, y de la variedad de formas posibles de rezarlo, que nunca están agotadas. Al rezarlo  podíamos: 

  • Pensar en lo que decíamos. 
  • Contemplar el misterio que  rezábamos. 
  • Ofrecerlo por una persona o intención. 
  • Fijarnos especialmente en alguna palabra del Ave María. 
  • Vivir alguna  de las escenas de la vida de Cristo. 
  • Contemplar a la Virgen o a Jesucristo en el sagrario. 
  • Llorar ante el dolor, contemplando la Cruz de Jesús. 

Incluso  distraernos en su regazo maternal.

Aquí termino, pero al pasar el tiempo y llegar a octubre del año  2002, cayó en mis manos la Carta Apostólica de Juan Pablo II, Rosarium Virginis Mariae, que no debo ni quiero pasar por alto. De ella, como siempre suele ocurrir, hay aspectos que nos llaman más la atención, el Espíritu Santo no siempre habla igual a cada uno.

Sobre estas líneas se encuentra María besando el crucifijo del rosario de Maricruz, su madre,  después de haberlo rezado un día cualquiera del verano de 1973 sobre la sierra de la Demanda, concretamente en Anguta, próximo a Ezcaray. María se lo solía colocar a modo de collar.

De la Carta Apostólica  del Papa, dirigida a todos los fieles sin excepción, he entresacado aquellos aspectos que más me han llamado la atención. En su introducción dice: (hay frases textuales y otras contienen palabras entresacadas):

"El Rosario de la Virgen María es una oración destinada a producir frutos de santidad. Se encuadra bien en el camino espiritual de un cristianismo que, después de dos mil años, no ha perdido nada de la novedad de los orígenes, y se siente empujado por el Espíritu de Dios a "remar mar adentro", para anunciar, más aún, "proclamar" a Cristo al mundo como Señor y Salvador, " el Camino, la Verdad y la Vida", el "fin de la historia humana, ..."

"Mediante el Rosario, el creyente obtiene abundantes gracias, como recibiéndolas de las mismas manos de la Madre del Redentor. Instrumento eficaz ante los males de la sociedad."

"Esta oración ha tenido un puesto importante en mi vida espiritual desde mis años jóvenes. El Rosario me ha acompañado en los momentos de alegría y en los de tribulación. A él he confiado tantas preocupaciones y en él siempre he encontrado consuelo."

"Con el trasfondo de las Avemarías pasan ante los ojos del alma los episodios principales de la vida de Jesucristo."

"Nuestro corazón puede incluir en estas decenas del Rosario  todos los hechos que entraman la vida del individuo, la familia, la nación, la Iglesia y la humanidad. De este modo la sencilla plegaria del Rosario sintoniza con el ritmo de la vida humana."

"Cuántas gracias he recibido de la Santísima Virgen a través del Rosario."

"El motivo más importante para volver a proponer la práctica del Rosario es que ayuda  a la contemplación del misterio cristiano, es necesario un cristianismo que se distinga  en el arte de la oración."

"Algunas circunstancias históricas ayudan a dar un nuevo impulso a la propagación del Rosario. Ante todo, la urgencia de implorar a Dios el don de la paz. y de pedir por las familias."

El capítulo I, se llama "Contemplar a Cristo con María".

"El Rosario, precisamente a partir de la experiencia de María, es una oración marcadamente contemplativa, sin contemplación, el Rosario es un cuerpo sin alma y su rezo corre el peligro de convertirse en mecánica repetición."

"Por su naturaleza el rezo del Rosario exige un ritmo tranquilo y un reflexivo remanso, que favorezca en quien ora la meditación de los misterios de la vida del Señor, vistos a través de Aquella que estuvo más cerca de Señor."

"Cristo es el Maestro por excelencia, el revelador y la revelación. No se trata sólo de comprender las cosas que Él ha enseñado, sino de comprenderle a Él."

"La espiritualidad cristiana tiene como característica el deber del discípulo de configurarse más plenamente con su Maestro, (sarmiento y vid)."

"Cristo nos ha invitado a dirigirnos a Dios con insistencia y confianza  para ser escuchados: "Pedid y se os dará, buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. A veces no somos escuchados porque pedimos mal (bodas de Caná). El Rosario es a la vez meditación y súplica. En el Rosario, mientras suplicamos a María, templo del Espíritu Santo, Ella intercede por nosotros ante el Padre que la ha llenado de gracia y ante el Hijo nacido de su seno, rogando con nosotros y por nosotros."

El capítulo II, se llama "Misterios de Cristo, Misterios de la Madre"

"Para que pueda decirse que el Rosario es más plenamente "compendio del Evangelio", es conveniente pues que, tras haber recordado la encarnación y la vida oculta de Cristo (misterios de gozo), y antes de considerar los sufrimientos de la pasión  (misterios de dolor) y el triunfo de la resurrección (misterios de gloria), la meditación se centre también en algunos momentos particularmente significativos de la vida pública (misterios de la luz)."

"Quien contempla a Cristo recorriendo las etapas de su vida, descubre también en Él la verdad sobre le hombre. El Rosario ayuda a abrirse a esta luz. Siguiendo el camino de Cristo, el creyente se sitúa ante la imagen del verdadero hombre. Contemplando su nacimiento aprende el carácter sagrado de la vida, mirando la casa de Nazaret se percata de la verdad originaria de la familia según el designio de Dios, escuchando al Maestro en los misterios de su vida pública encuentra la luz para entrar en el Reino de Dios y, siguiendo sus pasos hacia el Calvario, comprende el sentido del dolor salvador. Por fin, contemplando a Cristo y a su Madre en la gloria, ve la meta a la que cada uno de nosotros está llamado,..."

El capítulo III, se llama "Para mí la vida es Cristo".

"La repetición de las Avemarías no es una práctica árida y aburrida si se toma como una expresión de amor, que no se cansa de dirigirse hacia la persona amada con manifestaciones que, incluso parecidas en su expresión, son siempre nuevas respecto al sentimiento que las inspira."

"En Cristo, Dios ha asumido verdaderamente un "corazón de carne". Cristo no solamente tiene un corazón divino, rico en misericordia y perdón, sino un corazón humano, capaz de todas las expresiones de afecto. A este respecto, si necesitáramos un testimonio evangélico, no sería difícil encontrarlo en el conmovedor diálogo de Cristo con Pedro después de la resurrección. "Simón, hijo de Juan, ¿me quieres? Tres veces se le hace la pregunta, tres veces Pedro responde: "Señor, tú  sabes que te quiero".

"Si la repetición del Ave María se dirige directamente a María, el acto de amor, con Ella y por Ella, se dirige a Jesús."

"La escucha y la meditación se alimentan del silencio. Es conveniente que, después de enunciar el misterio y proclamar la palabra, esperemos unos momentos antes de iniciar la oración vocal, para fijar la atención sobre el misterio meditado."

"El centro del Ave María, casi como engarce entre la primera y la segunda parte, es el nombre de Jesús. A veces, en el rezo apresurado, no se percibe este aspecto central y tampoco la relación con el misterio que se está contemplando. Repetir el nombre de Jesús -el único nombre del cual podemos esperar la salvación- junto con el de su Madre Santísima, y como dejado que Ella misma nos lo sugiera, es un modo de asimilación, que aspira a hacernos entrar cada vez más profundamente en la vida de Cristo."

"Debe tenerse en cuenta que el Rosario está centrado en el Crucifijo."

En la Conclusión, dice

"Además de una oración por la paz, el Rosario es también, desde siempre, una oración de la familia y por las familias. Se ha de volver a rezar en familia y a rogar por las familias."

"La familia que reza unida, permanece unida. El Santo Rosario, por antigua tradición, es una oración que se presta particularmente  para reunir a la familia. Contemplando a Jesús, cada uno de sus miembros recupera la capacidad de volverse a mirar a los ojos, para comunicar, solidarizarse, perdonarse recíprocamente y comenzar de nuevo con un pacto de amor renovado por el Espíritu de Dios."

"2La familia que reza unida el Rosario reproduce un poco el clima de la casa de Nazaret: Jesús está en el centro, se comparten con él alegrías y dolores, se ponen en sus manos las necesidades y los proyectos, se obtienen de él  la esperanza y la fuerza para el camino."

"Rezar con el Rosario por los hijos, y mejor aún, con los hijos, educándolos desde su tierna edad para este momento cotidiano  de "intervalo de oración" de la familia, no es ciertamente  la solución a todos los problemas, pero es una ayuda espiritual que no se debe minimizar."

"Queridos hermanos y hermanas: Una oración tan fácil, y al mismo tiempo tan rica, merece la pena de veras ser recuperada por la comunidad cristiana."

"Pienso en todos vosotros, hermanos y hermanas de toda condición, en vosotras familias cristianas, en vosotros, enfermos y ancianos, en vosotros, jóvenes: tomad con confianza entre las manos el rosario,..."

"¡Que este llamamiento mío no sea en balde! Al inicio del vigésimo quinto año de mi Pontificado, pongo esta Carta apostólica  en las manos de la Virgen María, postrándome espiritualmente ante su imagen en su espléndido Santuario edificado por el Beato Bartolomé Longo, apóstol del Rosario. Hago mías con gusto las palabras conmovedoras con las que él termina la célebre Súplica a la Reina del santo Rosario."

 

    

 

 

 

 

 

 

 

 

Oh Rosario bendito de María,

dulce cadena que nos une a Dios,

vínculo de amor que nos une a los ángeles,

torre de salvación contra los asaltos del infierno,

puerto seguro en el común naufragio,

no te dejaremos jamás.

 

Tu serás nuestro consuelo en la hora de la agonía.

Para ti el último beso de la vida que se apaga

Y el último susurro de nuestros labios será tu suave nombre,

oh Reina del Rosario de Pompeya,

oh Madre nuestra querida,

oh Refugio de los pecadores,

oh Soberana consoladora de los tristes.

Que seas bendita por doquier,

hoy y siempre,  en la tierra y en el cielo.

 

Vaticano, 16 de octubre del año 2002.