Recordando a Rafael Rubio

Se nos marchó hace un año, de pronto, casi inesperadamente, como si también en el trance postrero hubiera querido extremar la cortesía, para evitarnos la espera impaciente y penosa ante el desenlace presentido. Se nos fue un diez de febrero, mientras soplaban vientos invernizos  en las ramas de los árboles sin hojas. Una pesadumbre honda se adentró en nuestro corazón. Rafael Rubio Conde había muerto.

Quedaba cerrado el último capítulo de la existencia humana del querido amigo y cumplido caballero que amó entrañablemente a San Sebastián y a Guipúzcoa. Cerca de veinte años de convivencia y de trabajo entre nosotros le conferían carta de cabal ciudadanía donostiarra. El se enorgullecía de esta vinculación, y era de ver con que calor y afecto defendía las aspiraciones e intereses de nuestra tierra.

Su carácter abierto, urbano y sociable, le habían proporcionado amistades y simpatías en amplios sectores de nuestra sociedad. Era tal su afán de entendimiento y su respeto a nuestras costumbres y tradiciones que más de una vez le oí decir que le hubiera gustado dominar el euskera. Asimiló rápidamente vocablos y frases de la lengua vascongada.

Dudo de que algún año dejará de presenciar la “tamborrada”, en la víspera de nuestro Santo  Patrón, o de que faltará el catorce de agosto, a la Salve de Santa María, o de que se abstuviera de contemplar el espectáculo, colorista y vibrante, de nuestra regatas de septiembre.

En sus funciones de trabajo, el despacho de Rafael Rubio fue siempre accesible a personas de la más variada condición social. ¿Cuántas viudas menesterosas y cuantos trabajadores modestos, agobiados con sus problemas o afectados por urgentes prestaciones económicas o sanitarias, acudían a él en demanda de la decisión o demanda oportuna , incluso en asuntos que salían de su competencia. En no pocas ocasiones, remediaba de su propio peculio situaciones de inaplazable necesidad.

No cabía, pues, motivo de asombro ante la conmoción popular que, al conocerse el fallecimiento. Se registró en los más variados medios sociales. Las expresiones de condolencia, la numerosa asistencia en la despedida de los restos mortales, y en la misa funeral, y en los sufragios religiosos que, espontáneamente le fueron dedicando en la provincia, dieron testimonio de que habían sido valorada en su justa dimensión las cualidades humanas y profesionales de aquel madrileño que, por espacio de  casi veinte años, entregó su afecto y su voluntad de servicio a nuestro país.

Al cumplirse el primer aniversario de la muerte de Rafael Rubio, hemos querido bosquejar esta  pequeña semblanza para dejar constancia de que su recuerdo permanece vivo en el corazón de los Guipuzcoanos.

Jesús Los Santos Garayalde, San Sebastián, 10 de febrero de 1973.