Providencia Divina 

 

 

La providencia Divina, se manifiesta ante todo, manteniendo en la existencia todo lo que el ser recibió de la nada. Esta presencia de Dios en lo creado se expresa contínuamente por la voluntad eterna de crear y conservar lo creado: una voluntad plenamente soberana, mediante la cual Dios, según la naturaleza misma del bien que le es propio de modo absoluto continúa pronunciándose, lo mismo en el acto propio de la creación, a favor del ser contra la nada, a favor de la vida contra la muerte, a favor de la luz contra las tinieblas, en una palabra: a favor de la verdad, del bien y de la belleza de todo lo que existe.

 

Decir Providencia Divina significa reconocer que en el plan eterno de Dios, en su designio creador, ese mal que originariamente no tiene lugar, una vez cometido por el hombre, es permitido por Dios, en definitiva está subordinado al bien: “todo concurre al bien” como dice el Apóstol (Rom 8,28).

 

La verdad sobre la Providencia de Dios, constituye la fundamental y definitiva garantía del hombre y de su libertad en el cosmos (JP II).

 

La Providencia (de Dios) es el cuidado que Dios tiene de los hombres y de todo lo creado para llevarlos al fin para el que han sido creados.

 

Estoy tan convencido, Dios mío, de que velas sobre todos (...) y de que no puede faltar cosa alguna a quien de ti espera todas las cosa que he determinado vivir en adelante (...), descargando en Ti todas mis preocupaciones. “ En paz me duermo y enseguida descanso, porque Tú, Señor, me has confirmado singularmente en la esperanza” (Sal 4,10).

 

Despójenme los hombres de los bienes y de la honra, prívenme las enfermedades de las fuerzas (...); pierda yo mismo la gracia pecando; que no por eso perderé la esperanza, antes, la conservaré hasta el último suspiro de mi vid, y vanos serán los esfuerzos de todos los demonios del infierno por arrancármela, porque con tu auxilio me levantaré de la culpa. (...), toda mi confianza se funda en la seguridad con que espero ser ayudado por Ti –porque Tú, Señor, me has confirmado singularmente en la esperanza-, (...).

 

Confianza como esta jamás a nadie salió fallida: nadie esperó en el Señor y quedó confundido. Así que, seguro estoy de ser eternamente bienaventurado, (...) porque Tú, Dios mío, eres de quien lo espero todo: <En Ti, Señor, he esperado, no quede avergonzado jamás> (Sal 30,2; 70,1).

 

Bien conozco que, por mí, soy frágil y mudable; sé cuánto pueden las tentaciones contra las virtudes mas robustas; he visto (...); pero nada de eso logra acobardarme. Mientras espere de veras, estoy a salvo de toda desgracia; y estoy cierto de que esperaré siempre, porque espero también esta esperanza invariable.

 

En fin, para mí es seguro que nunca será demasiado lo que espere de Ti, y que nunca tendré menos de lo que haya esperado. Por tanto, espero que me sostendrás firme en los riesgos mas inminentes y me defenderás aun de los ataques más furiosos y harás que mi flaqueza triunfe de los más espantosos enemigos.

 

Espero que me amarás a mí siempre, y que yo te amaré a Ti sin intermisión. Y para llegar de un vuelo con la esperanza hasta donde puede llegarse, te espero a Ti mismo, oh Creador mío, para el tiempo y la eternidad. Amén. (San Claudio de la Colombiére, S.J. 1641-1682)

 

La providencia Divina reconduce contínuamente la vida del hombre y de la historia del mundo. Él nos deja actuar libremente y al apartarnos del camino que nos lleva a la felicidad eterna –por el pecado- pone a nuestra disposición la buena senda.

 

...es Providencia que con solicitud y paternalmente guía, sostiene, conduce a su fin a la propia criatura, tan ricamente dotada, respetando su libertad. (JP II)

 

La Providencia Divina libera al hombre de las diversas formas del pensamiento fatalista.

 

La Providencia Divina custodia y gobierna las cosas del mundo y, especialmente al hombre en el mundo, su vida y su historia.