Sobre la muerte

Nunca como ahora he pensado tanto, en ese tránsito al cielo que es la muerte. Me llama poderosamente la atención que, algo que experimentamos a nuestro alrededor con tanta frecuencia, nos parezca tan extraño.

Si analizamos nuestro entorno más próximo, y el mundo entero que nos rodea, vemos continuamente la muerte, no como algo accidental, ocasional, periódico o puntual, sino como algo que se refleja en la propia existencia de manera continua y permanente.

La muerte no es algo que llega para algunos solamente, sabemos que es para todos, pero ¿Por qué la vemos y sentimos como extraordinario?

No será porque no pensamos nunca en ella. Queremos apartar su recuerdo, es más, cuando por alguna circunstancia nos viene a la memoria o a la imaginación, tratamos de desecharla.

No vemos, ni queremos ver la muerte como algo natural, no queremos hacernos a la idea de que nos llegará algún día, la vemos como algo extraordinario, como algo que no es para nosotros, como si fuese una ilusión, un cuento de hadas, como algo ficticio, efímero. Pero si profundizamos un poco en el tema, nos damos cuenta de que además de no ser ajeno a nuestra vida, es algo natural.

Pero si es natural a nuestro ser ¿por qué lo hacemos extraordinario? Pienso que no somos lógicos.

Construimos nuestra vida alrededor de nosotros, nosotros en primer lugar, familia, estudios, profesión, nuestro coche, nuestra casa, nuestras cosas, nuestras vacaciones, la ropa, el dinero, etc. siempre cosa nuestra, siempre cosas tangibles, pero que además son perecederas.

Disfrutamos o, mejor, queremos disfrutar, de la comida, bebida, música, comodidad, descanso, etc. siempre pensando en nosotros.

Por todo ello, creo, que al dirigir nuestra mente en la mayoría de nuestro tiempo, hacia esas cuestiones que  indico y no meditar sobre la realidad de la muerte, somos nosotros los que lo hacemos  extraordinaria.

Creo que debemos dar un paso importante en nuestra vida, y es hacer que, el pensamiento de la muerte, muerte que es el tránsito obligado para el cielo, sea algo natural en nuestra vida, que meditemos en ella con frecuencia, que la veamos con la ilusión del que espera un premio, que es el encuentro con los seres queridos, que es la felicidad para siempre.

Y lo que también creo  importante es que, el pensamiento de lo que dejamos, lo tenemos que desechar, eso sí, teniendo nuestras cosas en regla.

Nuestras cosas deberán estar como digo en regla, pero no me refiero sólo a las cosas temporales, sino también a las del espíritu.

Pero también es fundamental, no atormentarse con el recuerdo de los seres queridos que, dejamos en la tierra, precisamente debemos de fomentar en este caso concreto la imaginación contraría, es decir, ver a estos seres a los que queremos con locura, recibiéndolos nosotros desde el cielo, cuando también ellos se mueran.
 
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Pero quiero decir algo más, así como no hemos sido hechos para el pecado y en él sentimos tristeza, algo parecido ocurre con la muerte, ese sentir que no siento ya que me voy y no vivo, que  el que siente es  el que se queda, pues yo me voy y no siento, aunque si he sentido antes de que ella llegará, es mi pensamiento inquietud, turbación,  que se yo.

¿Pero no será todo esto (la muerte) algo maravilloso  que recibo como un premio de Dios.?

Después de nuestra naturaleza caída,  no puede vivir así siempre en la tierra pues Dios nos ha hecho para la felicidad y para la eternidad, para una felicidad eterna, ¿como sería esto posible en la tierra en la que vivimos? Imposible, no estamos hechos para esta mediocridad terrena.

San Ambrosio afirmó que: Es verdad que la muerte no formaba parte de nuestra naturaleza, sino que se introdujo en ella; Dios no instituyo la muerte desde el principio, sino que nos la dio como un remedio (...). No debemos deplorar la muerte ya que es causa de salvación.

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Ha pasado el tiempo, Benedicto XVI, en la  Carta Encíclica sobre la Esperanza Cristiana dice al respecto:  "(...) la vida del hombre, condenada por culpa del pecado a un duro trabajo y a un sufrimiento intolerable, comenzó a ser digno de lástima: era necesario dar un fin a estos males, de modo que la muerte restituyera lo que la vida había perdido."

Rectifico, no es que la muerte sea un premio  que Dios nos da, sino que es un don , el don que Cristo nos ha ganado en la Cruz