¡LO MÁS IMPORTANTE DEL DÍA!

 

Durante la jornada damos importancia a mil asuntos diferentes, pero no valoramos lo suficiente la Misa diaria, por lo que la vivimos de una manera rutinaria o, simplemente, no acudimos a ella, desconocedores del valor que encierra.

 

De la Santa Misa se pueden considerar varios aspectos, pero me gustaría fijarme en uno que nos ayude a vivir la Eucaristía de una forma diferente, que aleje la monotonía de nuestro encuentro diario con el Señor: el aspecto sacrificial de la misma.   

 

La Misa renueva, de manera incruenta, el sacrificio de Cristo en la cruz: acudir a Misa es lo mismo que estar en el Calvario en el momento en que Jesús ofrece su vida. La Santa Misa es el mismo sacrificio que él da la cruz, pues en ella se está ofreciendo a Dios-Padre la misma víctima: Jesucristo. En cada Eucaristía, Jesús ofrece, en forma de pan, el mismo cuerpo que entregó en la cruz y, en forma de vino, la misma sangre que derramó en el Calvario.

 

Luego, al participar en la Misa, es imprescindible que seamos conscientes de donde estamos: acompañando a Jesús en su sacrificio salvador. Pero, ¿por quiénes se sacrifica? Nos lo dice Él muy claramente durante la Ultima Cena, cuando muestra a los apóstoles un pedazo de pan y les dice: “ esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros” (Lc 22, 19).

 

 

El Señor insiste en la misma idea cuando, a continuación, muestra a  los doce el cáliz lleno de vino, y les dice: “esta es mi sangre, (…), que será derramada por todos…”. Pero, ¿para qué lo hizo? ¿qué necesidad tengo yo de que el Hijo de Dios se ofrezca por mí? Fijaos en el final de la frase: “…será derramada por todos para el perdón de los pecados  (Mt, 26, 28).

 

Si nos fijamos profundamente en su contenido, nos daremos cuenta de que en cada Misa se renueva el sacrificio redentor de Cristo, el sacrificio en el que Él consigue el perdón de nuestros pecados, de los tuyos y de los míos, los del mundo entero. Y no hay otra cosa más importante que esa: que Dios perdone nuestros pecados, porque ello nos va a permitir poder mostrarnos sin mancha ante el Padre y ser eternamente felices con Él en el cielo.

 

Los bienes espirituales tienen mucha más importancia que los materiales; no hay nada más que fijarse en el episodio del paralítico de Cafarnaún, cuando Jesús, al ver los padecimientos de aquel pobre hombre, lo primero que hace, antes de curarlo, es decirle: "Hijo, ten confianza. Tus pecados te quedan perdonados." (Mt.9, 2),, sólo después es cuando soluciona su mal material.

Sabemos lo que ocurre en cada Misa y tal vez no lo valoramos, porque nos hemos ido acostumbrado a ello. Por eso es importante vivir cada misa como si fuera la única, siendo conscientes de Cristo Jesús nos alcanza en ella el perdón de nuestros pecados, de todos, los pequeños y los grandes. Jesús lo dijo en el momento de su sacrificio en la cruz: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen" (Lc 23,31). ¿Conocemos mayor bien que este, que Dios perdone los pecados que cometemos?

Hemos de ser conscientes de que Dios perdona todo, incluso nuestros pecados de pensamiento más íntimos. Y además, no pone condición alguna para el perdón: Dios perdona siempre, aunque no estemos arrepentidos. Lo que sí ocurre es que para que ese perdón sea efectivo, hace falta que lo queramos recibir, es decir,  es preciso que estemos arrepentidos, ya que si no, el perdón no llega a nosotros, no porque Dios no nos perdone, sino porque nosotros nos negamos a recibir su perdón, ya que nos cerramos al arrepentimiento.

 Para un católico, la manera ordinaria de recibir el perdón de Dios es su recepción a través del sacerdote en el sacramento de la Penitencia o Confesión. No perdona el sacerdote, perdona Dios a través de él. Naturalmente he dicho que es la manera ordinaria de recibir el perdón, hay otras maneras extraordinarias de recibirlo, por ejemplo, el arrepentimiento que el hombre hace de sus pecados ante la muerte, es entonces cuando se hace receptor del perdón. En uno y otro caso, el perdón que la persona recibe ya había sido obtenido por Cristo al ofrecerse en sacrificio en el Calvario; sacrificio renovado y actualizado en cada Misa.

Igualmente, para los no católicos, los no cristianos (budistas, mahometanos, hinduistas, judíos…) e incluso para los no creyentes, el perdón de Dios también les llega gracias a los méritos del sacrificio redentor de Cristo, que ofreció su vida por todos los hombres. Dios en su misericordia, les hace llegar su perdón por cauces que son desconocidos para nosotros.

 Si esto es así, si Dios perdona mis pecados, Si esa acción la renueva en cada Misa. ¡Cómo dejar la Misa diaria! ¡Cómo no estar muy pendientes al asistir a ella! ¡Cómo no darnos cuenta de que es lo más importante que podemos hacer durante el día! El perdón de Dios a los hombres se realiza en ella. Amemos la Santa Misa a lo largo del día y durante toda la vida, que nunca dejemos de tener en cuenta esta realidad tan maravillosa, que no nos acostumbremos, que la preparemos, que la busquemos.

Naturalmente que la Santa Misa tiene otros fines que aquí no he detallado, lo dejaré para otra ocasión, aquí me he fijado nada más que en su finalidad expiatoria: Dios nos consigue el perdón