Homilía en Santa Misa que por María se celebró en Entrepuentes, (6-X-97)

Monición Inicial

Nuestra Santa Madre la Iglesia prohíbe que hoy se celebren Misas de Funeral porque manda que se celebre la Misa de Témporas de acción de gracias y de petición. Yo diría que es una "casualidad providencial" para nosotros que, además, le agradará mucho a María. Vamos pues a dar gracias a Dios por todos sus bienes, y en especial por el regalo que fue y sigue siendo María. Al mismo tiempo acudamos a Dios para aprovechar la estela de la vida de María, que tanto nos puede ayudar para conseguir el único triunfo verdadero: llegar al cielo.

Homilía

Todos habremos hemos leído en Camino que la vida sin fe es un túnel. Y quizá no todos habremos leído en san Juan de la Cruz que, para que ese lazarillo maravilloso que es la fe nos guíe por los caminos gratísimos de Dios, hace falta que nuestra inteligencia humana reconozca su total ceguera.

Pidamos pues a Dios, y a través de María, que ya ve con los ojos de Dios, ser hombres y mujeres de fe, de fe inmensa, que no quieren ir por la vida con la luz de una pobre vela, que eso sería ir solo con nuestra pobre razón, sino que quieren ir por la vida alumbrados por la luz del sol de la fe.

Con esa luz que nos regala Jesucristo ¿qué sencillo es ofrecer esta Misa de acción de gracias por María? Por María y por su familia: familia en sentido estricto, o en sentido amplio, y ahí entramos todos los presentes y muchos más.

Con la luz de la fe , que no apaga la vela de la razón, sino que la potencia de un modo infinito, nos damos cuenta del gran regalo que ha sido para todos la vida y ... la muerte o Vida con mayúscula de María.

Recordemos que los hijos del cuerpo y sobre todo del alma, son el mayor regalo de Dios, en especial porque nos hacen responsables de otras vidas humanas. ¡Cuantos padres deben a sus hijos, haber dejado de enredar con la vida para buscar los valores verdaderos!

Y cuando se trata de padres verdaderamente cristianos, como vosotros Ernesto y Maricruz, (al pan, pan), ¿a que aspiran sobre todo, sino a que sus hijos alcancen el cielo? Todo lo demás son anécdotas.

Es más, esos buenos padres siempre desean ir por delante abriendo a sus hijos ese camino del Cielo. Ojo: no olvidemos que solo los que se van al Cielo saben ser felices en la tierra...

Pero nuestro Padre Dios , a veces hace con los padres algo muy parecido a lo que hizo con la Virgen María y su Hijo Jesucristo. Hace que un hijo o hija madure rápidamente para el Cielo, y vaya por delante, allanando el camino de la Patria definitiva.

¿No es esto una gran delicadeza de Dios, con esa hija, con esos padres y hermanos, con la Iglesia, y en el caso de María con la Obra que tanto amaba?

Por supuesto que debemos encomendar a María, pues su Cielo es parte del nuestro, pero sobre todo, dar muchas gracias a Dios, aunque nuestra sensibilidad se resista en ocasiones, por las delicadezas que Dios ha tenido con nosotros a través de María.

Y con la acción de gracias, una petición al Señor llena de la fuerza que el Evangelio nos acaba de recordar. La petición de madurar pronto. La juventud eterna del Cielo, la que todos pensamos que goza ya María, no tiene nada que ver con esa juventud tan de moda en occidente que es puro jugueteo, y que por desgracia, no son pocos los adultos que admiran y envidian.

Un autor contemporáneo decía, y opino que con mucha razón: "de la juventud envidio el estómago, no el corazón". Y María nos esta diciendo a voces, pues si era deliciosamente tímida, tenía mucho temperamento, que esta vida no es un juego infantil , sino que está en juego el cielo de miles de almas, y precisamente por eso es una aventura apasionante.

Vamos a pedirle, porque queremos para nosotros y para muchos la verdadera felicidad y no una felicidad de plástico, que nos ayude a no juguetear con algo tan maravilloso como el amor, el amor divino y el amor humano, inseparables. Que nos ayude a enamorarnos, con toda la gozosa seriedad que encierra esta palabra, de quien más nos ama: Jesucristo.

Que nuestra Madre del Cielo, María Santísima, consiga que el verdadero programa de nuestra vida sea el que a tantos miles de almas propuso el Beato Josemaría: "¡que busques a Cristo, que encuentres a Cristo, que ames a Cristo!".