El Párroco de Miskola.

 

Después de la experiencia inolvidable del viaje a Chestochowa, en 1991, para el encuentro de la Juventud con el Papa, repetimos el viaje en 1993. Esta vez lo hicimos dando un pequeño rodeo por países que recientemente habían abierto sus fronteras al mundo, una vez destruidos los regímenes comunistas.

 

Estuvimos en Eslovenia, Croacia, Hungría y Eslovaquia, llegando a la frontera con Ucrania. Tuvimos problemas, pon lo que nos fuimos a Zacopane, Croacia y al fin nuestra querida Chestochowa. Tanta gente como la vez pasada, la juventud entera de Polonia se vuelca. Hay que ir para entender.

Pero no quiero hablar de esa Romería a la Virgen, ya he hablado y otro día contaré más cosas, ahora quiero hablar, de cómo quiero yo a los sacerdotes. Para ello no tengo más que describir lo que vi en ese viaje.

 

Y qué mejor que fijarme en el Párroco y Sacerdotes de: Miskola (Hungría), Lyubliana, Bohinjska-Bistrica (Eslovenia), Spisske-Podhradie y Skofja-Loka (Eslovaquia) y cómo no, en los de Polonia, Zacopane, Franciscanos de Cracovia y los propios de Chestochowa.

 

Contaré las cosas que observé: 

 

·         A la entrada de cada Iglesia, no en las puertas interiores, sino en las exteriores, siempre había uno o más carteles donde se anunciaban, sobre todo, los horarios de las misas, confesiones, retiros espirituales, atención parroquial, etc.

·         En muchas Iglesias, para facilitar a los feligreses la visita al Santísimo o rezar ante el Sagrario, en horas en que la Iglesia estaba cerrada, ya que debido a los robos estas,  están cada vez menos tiempo abiertas, estaba el portón exterior abierto, y el interior cerrado, pero este tenía una gran ventada en ocasiones con reja, que facilitaba la vista del interior de la Iglesia. Es más, en alguna ocasión, había un reclinatorio delante de la puerta acristalada.

·         Las Iglesias las veía limpias y arregladas, con el Sagrario en el sitio central y principal del edificio, con la vela siempre encendida en señal de que allí está real, verdadera y consustancialmente presente, el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo.

·         Muchas veces, veíamos a un sacerdote en el confesionario esperando la llegada de algún penitente, otras, haciendo oración ante el Sagrario, y, otras, dirigiendo el Santo Rosario, pero situado no de cara sino de espaldas al pueblo, mirando al Sagrario o a una Imagen de la Virgen.

·         La celebración de la Misa era pausada, en oración, y apenas miraban al pueblo. Estaban en lo que hacían.

·         Nosotros, que naturalmente no entendíamos las palabras que decían, pero las seguíamos a través del misal que llevábamos para esas ocasiones, veíamos con agrado tantos gestos, posturas, etc. del sacerdote celebrante, que nos ayudaba a vivir la misa con gran recogimiento y devoción. 

·         Siempre recordaré las palabras de D. José Antonio Sayés: “Todo lo prescrito sobre la celebración de la misa tiene su significado, nada se debe omitir”. Hay cuestiones fundamentales y otras que no lo son, pero tienen su utilidad, y decía: “El lavabo que el sacerdote hace después de recibir las ofrendas, estaba motivado porque los fieles además de llevar el pan y el vino para la celebración, llevaban frutos del campo, animales y otras pertenencias, que se repartían después entre los más necesitados. Después de recoger esos productos, se lavaban las manos para continuar la celebración litúrgica. El pueblo fiel y el propio sacerdote celebrante, puede preguntarse en ese momento del lavabo, ¿yo qué he traído a esta celebración?

·         Acabada la Santa Misa, a muchos sacerdotes hemos visto que, se sentaban en algún banco, en acción de gracias. Pero antes de la despedida, terminando la misa, hacían mención de alguna necesidad concreta para que se pidiera en ese día: por el Sínodo  de Obispos que se estaba celebrando, por el viaje del Papa, por una necesidad de la Diócesis concreta, por la salud del Obispo, etc. La cuestión era estar vibrante a lo largo del día con  una intención común.

·         Al pasar delante del Sagrario, siempre les he visto hacer una genuflexión pausada, y si eran muy mayores, una inclinación profunda de cabeza. Y esto cada vez que pasaban por delante del Señor. Yo he oído a alguien afirmar: ¿cómo voy a creer en la presencia de Jesús en el Sagrario, si al pasar un cura veo que no hace ni caso? Claro que yo siempre he respondido a esa pregunta de la siguiente manera: es que mentalmente el sacerdote le saluda al Señor cuando pasa delante del Él. Pero yo pensaba en ese refrán castellano que dice: “no sólo hay que ser bueno sino parecerlo”. El ejemplo, como siempre, es fundamental.

·         Otra cosa que  vimos: era que los sacerdotes siempre llevaban sotana o traje talar, y los religiosos siempre con el hábito correspondiente. También recuerdo haber oído al Padre Sayés: “cuántas confesiones y ayudas espirituales han dado los sacerdotes correctamente vestidos”. Es que si no, es como si un taxista fuese por la ciudad sin un letrero que indicase lo qué es el vehículo. O con el letrero de ocupado cuando está verdaderamente libre. Además,  hoy día en que hay tanto secularismo, es preciso dar más ejemplo que nunca, por lo menos es lo que el fiel de la calle precisa. 

 

También diré algo de los fieles;

 

·         Observamos el silencio y el recogimiento de la gente en las Iglesias.

·         La gente no llegaba tarde a la misa, cuando el sacerdote revestido salía a celebrar, todo el mundo le recibía de pie.

·         La gente cantaba y todo el mundo dialogaba la misa con el sacerdote.

·         Se veía siempre mucha gente confesándose, las comuniones eran pausadas, siempre había largas filas para comulgar. Recuerdo en Zacopane, que la gente era tan numerosa que el sacerdote iba dando la comunión avanzando por el pasillo central de la Iglesia.

·         Se veía a mucha gente colaborar económicamente, era muy raro que alguien no aportase nada.

·         Al terminar la Misa, los fieles despedían al sacerdote de pie, algunos se quedaban en acción de gracias y otros en silencio salían de la Iglesia.

·         La gente no hablaba en la Iglesia.

 

Pido a Dios que nos ayude a rectificar un poco y que nos parezcamos un poco más a estas gentes cuyo recuerdo jamás olvidaré.