Ante los dolores, tristezas y tentaciones

Mi Madre la Virgen. Mi refugio.

 

Es imposible escribir, contar, pensar, lo que la Virgen es, no ya para un cristiano, sino para cualquier mortal. Muchos autores han escrito páginas y páginas hablando de la Virgen a cual más hermosa. Nada he leído u oído sobre la Virgen que no me haya impresionado. La Virgen es modelo de tantas cosas: Hay tantas oraciones a la Virgen de valor incalculable pero yo quiero hoy fijarme solo en una cosa: Ella es mi refugio.

 

La Virgen es refugio siempre, pero quiero fijarme en dos situaciones que pueden ser bastante duras y difíciles en la vida. Me estoy refiriendo al dolor moral y a la tristeza. Ambas situaciones las he vivido en mi vida con gran intensidad, mi refugio ha sido siempre la Virgen. “Jamás se ha oído decir que uno solo de los que han acudido a la protección de la Virgen, en una necesidad, haya sido desamparado.”

 

Pero mi experiencia, que también puede servir a otros, es la de acudir a la Virgen ante cualquiera de estas dos situaciones, con confianza de hijo, con perseverancia y con repeticiones machaconas y reiterativas de jaculatorias acrisoladas con el tiempo en nuestro interior.

 

Por si no se entiende bien lo que quiero decir, voy a exponer lo que he hecho en mi vida ante situaciones de gran dolor o tristeza y siempre me ha ido bien.

 

 

Hay una tercera situación parecida a las anteriores que es la lucha por vivir la castidad, el remedio es el mismo que el expuesto anteriormente, pero habría que añadir a dicho remedio el de la mortificación. Si uno en esas situaciones además de acudir a la Virgen se mortifica, seguro que hallará el remedio y sin saberlo cómo, saldrá de la tentación.

 

Pero hay veces en la vida, muchas diría yo, que oímos consejos y no los ponemos en práctica, unas veces porque no los creemos, otras por pereza, otras porque no escuchamos, otros por falta de fe. Yo diría que ante remedios tan sencillos como el expuesto anteriormente es una pena que ante una necesidad como la descrita, no hagamos una prueba. Poco cuesta, yo aconsejo que el que se encuentre en esa situación, practique, nada le cuesta probar, nada pierde. Es más, diría que el esfuerzo es tan pequeño que sería de personas muy soberbias no comprobar si lo que digo es o no verdad.

 

Si recurrimos a la Virgen, a nuestra Madre, Consoladora de los afligidos, Auxilio de los cristianos, Refugio de los pecadores, Madre castísima, Causa de nuestra alegría, Estrella de la mañana, Salud de los enfermos, Reina de la familia, Reina de la paz, la que más nos quieres después de Dios, Ella intercederá por nosotros ante su Hijo Jesús, como lo hizo en Caná de Galilea. Y saldremos reconfortados, vencido el dolor, la tentación, la tristeza. Seguro. Siempre ha sido así y siempre será.