Sobre la acción criminal del hombre en cualquiera de sus variantes

Muchas épocas han transcurrido desde los orígenes del hombre hasta nuestros días, en ellas las opiniones han variado debido a las distintas circunstancias que se daban. Lo que sí es verdad es que las opiniones, son eso, opiniones; y las verdades, son verdades, inamovibles en el tiempo y lugar. Quiero hablar ahora de la pena de muerte.

Hay un principio del que hay que partir, el derecho a la vida de todo ser humano, desde su concepción hasta su muerte natural, como intrínsecamente inherente a su dignidad personal, y cuyo garante último y único es Dios, que le ha creado y redimido, y del que ninguna instancia humana puede disponer, ni siquiera el propio sujeto de ese derecho: la persona humana individual. Esta afirmación del cardenal Rouco Varela, introduce perfectamente el tema. No conozco las condiciones de otra época en las que se justificaba la pena de muerte. Hoy día, se puede afirmar: "La pena de muerte no es éticamente aplicable ni moralmente justificable en los Estados."

El quinto mandamiento afirma el valor absoluto e inviolable de la vida humana. Creo que sólo se podría justificar en el caso de defensa propia, siempre y cuando ésta resulte rigurosamente imprescindible en orden a su defensa y protección eficaz.

También hay que tener en cuenta que los medios utilizados -para la defensa propia- deben ser proporcionados al riesgo que se trata de evitar.

La decisión deliberada de privar a un ser humano inocente de su vida es siempre mala desde el punto de vista moral, y nunca puede ser lícita como fin, ni como medio para un fin bueno (Carta encíclica Evangelium vitae).

El hombre no es dueño absoluto de la vida, sino administrador suyo, que ha de ejercer esta tarea moral con sabiduría y amor. El poder confiado por Dios al hombre tiene límites, en particular los de la vida del inocente.

Nada ni nadie puede autorizar la muerte de un ser humano inocente, sea feto o embrión, niño o adulto, anciano, enfermo incurable o agonizante.

La destrucción física de la vida del inocente conlleva siempre mentira y acarrea ruina al hombre y a la sociedad.

Al matar a un  inocente se le priva de un bien suyo fundamental y no será nunca adecuado a la persona; se comete así una injusticia para con ella, así como también para Dios.

Si hablamos de la inmoralidad de toda muerte, de cualquier muerte; (aborto criminal, asesinato, eutanasia, pena de muerte, etc.). ¿qué decir de las guerras? Yo diría que casi lo mismo. El Papa Juan Pablo II, con unas palabras muy gráficas afirmó: ¡Qué difícil es una guerra justa! Es verdad, ¿cuando se sabe que se han dado todos los pasos necesarios para evitar la guerra? En fin, como dijiste María, "No más guerras".

Para cerrar está página, terminaría con las siguientes palabras:

La vida humana es sagrada por su relación especial con Dios, que la crea a su imagen y semejanza, y es, por tanto, origen y destino suyo de modo particular.

Está doctrina sobre el valor de la vida humana está inscrita en el corazón del hombre y puede ser conocida por la razón de todo aquel que esté abierto a la verdad y al bien.

Es preciso respetar y proclamar el valor absoluto y sagrado de la vida de la persona, creada por Dios, de igual dignidad de unos para con otros, y para cuya salvación, Jesucristo, Hijo de Dios, Dios mismo, se hizo hombre por nosotros, murió en la cruz y resucitó, para que tuviéramos vida y vida en abundancia, vida eterna.