¿Cómo es mi fe?

Dios es el principio de todo cuanto existe, la Primera Causa de todo. Existe por Sí mismo y no debe la existencia a nada ni a nadie. Él dice de Sí mismo; “Yo soy el que soy”. Dicho de otra manera: nada de lo que existe “es” en términos absolutos, excepto Dios; las demás cosas “son” en cuanto que Dios les ha dado el ser. Todas tienen su causa en Él y no pueden existir separadamente de Él.

Dios es un Ser Infinito, Dios lo tiene todo. Dios posee la plenitud del ser. No hay nada que no esté en Dios. Cualquier cosa que queramos imaginar, cualquier perfección, se encuentra ya en Dios, Dios es infinitamente perfecto.

Dios es un ser espiritual, espíritu puro; Dios no tiene partes, es un ser simple, inmaterial. Lo tiene todo. Dicho de otra manera: Dios no tiene sabiduría; es la Sabiduría,. No tiene poder; es el mismo poder, es Todopoderoso. Dios no tiene misericordia; es la misma Misericordia. Dios no tiene vida; es la misma Vida.

Dios es eterno. Era, es y será. Es decir, un Ser sin principio ni fin. Esto no quiere decir que Dios exista indefinidamente en el tiempo. No, no es eso. En realidad, la eternidad no tiene relación con el tiempo. El tiempo existe porque hay cambio en el mundo. Por eso, hasta que Dios creó el universo material no hubo tiempo.

Todo esto puede parecer confuso, pero es natural que así sea. Al fin y al cabo, las ideas que formamos en nuestra mente, y más aún, las palabras de que disponemos para expresarlas, están siempre relacionadas con el tiempo y el espacio. Por eso, no disponemos de los instrumentos adecuados para hablar ni entender a Dios. Esto no quiere decir que lo que hablemos de Dios sea falso, sino que no puede ser exacto.

Dios es Amor, crea el mundo y cuanto hay en él, por amor. Creó, pues, al hombre, y, lo creó a su imagen y semejanza. Dotados de entendimiento y voluntad, libres para poder amar, Dios que hizo al hombre por amor y sólo amor le pidió. Y le  ofreció no sólo la felicidad terrena sino también  le brindó la posibilidad de una vida inmortal de  felicidad en el cielo, a su lado.

Pero el hombre dijo; “no”; primero lo dijeron  los primeros padres de la humanidad. Y, luego, a lo largo de los siglos, también fueron diciendo “no” sus descendientes. La libertad con la que Dios creó al hombre, fue lo que le permitió decir que “no”. La naturaleza ya caída del hombre, no fue lo que era, surge el dolor, el trabajo fatigado, la muerte.

Dios pudo reír, pero no; Dios como además de  Amor es también  Padre, enseguida pensó en poner remedio a tal triste  situación y liberar al hombre de tal decisión. Se puso a la cabecera de la humanidad dispuesto a acompañar con paciencia el curso de los acontecimientos.

Lo hizo durante siglos, y lo hace siempre, hablando como diría yo “al corazón del hombre”, pues Dios que hizo al hombre con cuerpo y alma, es en esa parte espiritual del hombre donde Dios habla. Pero Dios también se ha manifestado a los hombres de otras muchas maneras a través de la gente y de los acontecimientos, y ha manifestado su voluntad de una manera muy explícita a través de los diez mandamientos, preceptos que toda persona en su interior detecta.

Pero llegada la plenitud de los tiempos, Dios habló al hombre a través de Jesucristo. En Dios hay tres personas, Padre, Hijo y Espíritu Santo, pero un solo Dios: El Padre es Dios, El Hijo es Dios, el Espíritu Santo es Dios. El Hijo, Jesucristo, es enviado por el Padre al mundo, para redimirnos del pecado cometido y darnos ejemplo de vida.

Jesucristo se encarnó por obra y gracia del Espíritu Santo en las entrañas de María, virgen; nació en tiempo de Herodes El Grande, trabajó y predicó en Palestina, padeció y fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato,  resucitó al tercer día y subió a los cielos. Es tras esa redención, muerte y resurrección,  como se han abierto de nuevo las puertas del cielo a todos los hombres de buena voluntad, que tratan de cumplir la ley de Dios. En este Dios y hombre es en el que creen los cristianos.

Las creencias, hoy día, del  cristiano están basadas en los Evangelios y en la Tradición de la Iglesia. Aparte pondré la fiabilidad de ambas, y cómo la Iglesia fue fundada por Jesucristo, por Dios mismo.

Pero mi fe cristiana continúa...