En Bollullos de la Mitación

Hoy lunes,  he ido a misa en la casa guardería que las Hijas de la Caridad, de San Vicente de Paúl, tienen en Bollullos de la Mitación.

Allí me he encontrado con una pequeña capilla, después de atravesar la cocina y el comedor donde desayunaban algunos niños y niñas, que eran atendidos  por estas buenas hermanas. Eran criaturas que por lo que vi, tenían algún tipo de deficiencia.

Pero si redacto una cuestión tan trivial es debido a lo siguiente: ayudaba al sacerdote en la Eucaristía, un pequeño de unos catorce años,  con una deficiencia mental que no sabría precisar, pero que claramente la tenía; al llegar a la consagración, y el sacerdote elevar el pan consagrado, el muchacho que no tenía campanilla alguna, levantó y movió la mano como si la tuviera. Lógicamente me llamó la atención.

Pero insistió de la misma manera en la consagración del vino; cuando  el sacerdote  elevó el cáliz, de nuevo, el muchacho movió la mano como si tuviera una campanilla con la que indicarnos, aquí esta el Señor, adorémosle.

Cuántas veces ante la presencia real del Señor resucitado en la Eucaristía, no nos habremos distraído, y un niño deficiente mental se acuerda de recordárnoslo. Qué fe debía de tener ese chico, que ante la ausencia de la campanilla que alguien le enseñó a tocar, meneó la mano en señal de aviso. No os distraigáis, no penséis en vuestras cosas, que aquí está el dueño de todo, nuestro Dios, y que a Él hemos de referir toda nuestra vida.

Al terminar la Santa Misa,  este muchacho se acercó a mí y  preguntó por mi nombre, Ernesto, le dije y tú, ¿cómo te llamas? David me dijo. Me mostraba su cariño, no hay duda, sus ojos lo demostraban.

Esta vivencia me ha hecho recordar otro hecho real de un muchacho, este con un síndrome de Down, al que su madre preparó personalmente para recibir la Primera Comunión. Al ser entrevistado el niño por el párroco, éste preguntó si estaba suficientemente preparado, a lo que la madre le contestó, pregúntele usted mismo. El sacerdote le mostró al niño un crucifijo, y le preguntó: ¿Quién es este que aparece aquí? El niño contestó:  “Jesucristo”. El Sacerdote insistió con otra pregunta: ¿Quién está en esa cajita pequeña que está en medio del altar? El niño contestó: “Jesucristo”. El sacerdote hizo la tercera pregunta –la última-: entonces, ¿en qué se diferencian, si los dos son Jesucristo? A lo que el niño contestó: En el primer caso, Jesucristo  parece que está pero no de verdad y  en el segundo caso, parece que no está,  pero sí que está.

Es verdad que estos niños, y lo he oído decir muchas veces a padres que los tienen, son una bendición de Dios. Me lo recuerdo a mí mismo cuando oigo cantar y tocar la guitarra, con mucha frecuencia, a un chico deficiente mental, vecino mío, que canta, sólo canciones religiosas. Es lo único que toca. Un santo de Dios para el cielo. 

Que este escrito sea en agradecimiento a su existencia, que si no lo entendemos, no pasa nada, por algo estarán. Todo lo que ha hecho Dios, tiene alguna misión que cumplir.