El alma ¿Mito o Realidad?

Siempre es complejo el tema del "alma",  Juan Antonio Sayés, dio en el Universidad de Sevilla una conferencia magistral sobre el tema, todavía la recuerdo después del tiempo, una explicación totalmente razonada demostraba su existencia. Hoy ha caído en mis manos un artículo de Juan Luis Lorda publicado en el nº 603 de la revista Nuestro Tiempo en la misma línea. No me resisto, basándome en sus opiniones cualificadas a esbozar el tema. 

En primer lugar uno tiene que preguntarse ¿que es el alma? En una primera impresión, alma es lo mismo que animación. Todo lo vivo está "animado", pero no podemos quedarnos con una idea tan superficial, vivimos en un mundo ilustrado por la mentalidad científica, de tal manera que en la época actual cuando queremos explicar una cosa lo hacemos explicando como está hecha, cuales son sus componentes y como están combinados, así explicamos  el agua como la unión de oxígeno e hidrógeno y combinados de una manera determinada, o que el  hombre  está formado, como toda materia viva, por ochenta por ciento de agua y un poco de calcio, carbono, fósforo y unos pocos elementos más. Claro está que no nos podemos quedar tranquilos, pues el hombre es algo más.

Antes de meternos con el hombre, fijémonos en una cosa más simple. Sería ridículo explicar el motor de explosión diciendo que es una acumulación de piezas. Antes que nada, el motor, es una idea. Podemos hacer las piezas con distintas formas y materiales, pero tenemos que respetar la idea. Las propiedades del motor de explosión son propiedades de la idea del motor, no de las piezas. Las piezas sueltas no tiene esas propiedades: si alguien las viera sueltas, no podría deducir las propiedades del motor. Sólo cuando están unidas según la idea del motor tienen las propiedades del motor. El motor tiene más propiedades que las piezas.

Las personas con mentalidad exclusivamente científica están acostumbradas a explicar la vida por sus elementos. Todo lo de arriba se explica por lo de abajo; y en el fondo se reduce a lo de abajo. Lo verdaderamente real es lo de abajo. Pero es un reduccionismo tan grande como explicar El Quijote por sus letras. 

Es más: pudiera ser muy bien que el mundo se explicará al revés, como el motor. Que las características de las piezas elementales se expliquen por las ideas superiores. Puede ser que haya que comprender los elementos de la materia como las piezas de algo superior, que tiene muchas más propiedades que las piezas de que está formada. Es interesante notar que las ideal, las formas tienen propiedades. Aprovechan las propiedades de sus componentes, pero se comportan como un conjunto que tiene más propiedades que sus componentes. En la misteriosa diferencia entre lo vivo y lo muerto, sucede esto. Lo vivo, con todo el organismo en su sitio, tiene muchas más propiedades y muy superiores a lo no vivo. 

Quizá haya que dar la vuelta. Quizá sea más sensato pensar que los elementos de la materia son, en realidad, las piezas de la vida. Si la idea de la vida no estuviera prevista en el juego de la construcción, ¿cómo se va a producir ese enorme salto hacia arriba?

En los juegos de construcción, nunca se producen esos saltos de calidad. Y menos por casualidad. Si metiésemos millones de piezas de arquitectura en una hormigonera y dieran vueltas durante millones de años, se produciría de vez en cuando un trozo de papel, pero nunca un castillo y mucho menos un caballo. No hay problema en admitir que la forma de un montón de tierra se ha producido por casualidad. Pero parece absurdo decir que la forma de los seres vivos se ha producida por casualidad. 

Las formas superiores tiene que estar previstas de alguna manera en el juego. Tiene que ser posibles. ¿No habrá que pensar el mundo desde arriba en lugar de pensarlo desde abajo? 

Vamos a dar un paso más. Los seres vivos son seres animados. Hay un salto enorme entre las propiedades de lo vivo y de lo que no está vivo. A medida que subimos por la escala de la vida, nos encontramos con una conducta cada vez más compleja. Una conducta que no se explica por las piezas, que siempre son las mismas, sino por las formas que integran las piezas. Y llega un momento en que nos encontramos con otro salto. El nuestro. Cuando escalamos la vida orgánica, en el nivel más alto nos encontramos con la conciencia. Nuestra conciencia tiene propiedades increíbles, pero no le damos importancia , porque estamos acostumbrados a ellas.

En la conciencia, se dan tres propiedades concatenadas: la inteligencia, la libertad y la creatividad. Nuestro yo tiene tres propiedades a la vez. La inteligencia es la capacidad de conocer y pensar ideas abstractas. La libertad (voluntad) es la capacidad de diseñar la conducta concreta al pensarla en abstracto. La creatividad es un efecto de todo ello.

Por el dominio que tenemos sobre nuestra inteligencia y nuestra voluntad, y contando con nuestra creatividad, podemos intervenir en el mundo físico. Nos movemos en él, manejamos herramientas y construimos. Con estas propiedades, el ser humano ha transformado la superficie de la tierra, pero lo ha hecho de una manera determinada, que no está precisamente, ni el las piezas o elementos que integran su cuerpo, ni tampoco en sus genes. Nuestro actuar no depende de los elementos y sustancias que integran nuestro cuerpo, nuestro actuar no depende de algo físico, es más, dos hombre formados por los mismos elementos y sustancias, en calidad y cantidad, no actúan igual. Por eso cada hombre es una singularidad en el mundo, que no está explicado por su entorno ni puede reducirse a sus piezas.

Vemos como el sujeto humano hace operaciones inmateriales y, por lo tanto no es todo en él puede ser material. El proceso de formación y uso de las nociones abstractas (ideas) no es material; el uso de la libertad, que permite trazar un camino concreto pensando en abstracto no es material y contradice el determinismo de la materia;  la creatividad de la conciencia, que opera libremente sobre el cuerpo, no es material. El comportamiento inmaterial nos señala que el sujeto es también inmaterial, y como es parte inmaterial no se puede corromper, tiene que ser inmortal.

La idea del más allá, donde las personas perviven, es una aspiración que nos encontramos en todas partes y se expresa en todas las culturas, aunque de distintas maneras. Muchas cultural y muchas religiones afirman que el sujeto humano permanece tras la muerte de algún modo. Y a lo que permanece al sujeto, le llaman "alma".

Paro vamos a dar un paso más, el mensaje cristiano no es filosofía, pero entronca directamente con las aspiraciones personales de supervivencia y con las convicciones del amor. Para la fe cristiana, Dios, que es un ser espiritual, ha creado el mundo. Y lo ha organizado de arriba a abajo, con todas sus propiedades, que se despliegan en la historia del cosmos.

Además, el mundo visible y material está ordenado al hombre, que es su cumbre, y, probablemente, la clave de todas sus propiedades. Pero la Biblia lo da por supuesto desde sus primeras páginas: el hombre es la cima del mundo visible, y todo está ordenado a él.

Pero es una cima que supera lo que tiene debajo, porque el hombre ha sido hecho a "imagen de Dios". Esta expresión aparece en la primera página de la Biblia, y es muy importante en la tradición judía y cristiana. Indica que el hombre se parece a Dios y refleja su imagen sobre el mundo. A semejanza de Dios, el hombre es un sujeto, un ser inteligente, capaz de obrar creativamente.

El ser humano tiene algo de divino. En El segundo relato de la creación, lo expresa con una imagen: Dios introduce su aliento y espíritu al hombre: El hombre no sólo viene de abajo. Viene también de arriba, del espíritu de Dios. Aunque tenga materia, no se explica por las combinaciones aleatorias de las fuerzas de la materia. Tiene algo que viene de Dios y refleja lo que es Dios.

Pero, además, Dios lo ha creado con un fin eterno. El ser humano ha sido creado para conocer y amar a Dios por toda la eternidad. Ha sido preparado para ese destino. Dios ha hecho al hombre capaz de  conocer y amar, y de durar eternamente. Este es el argumento religioso para fundamentar y entender que el hombre es un sujeto espiritual (destinado a conocer y amar) y que es inmortal (destinado a durar para siempre).

La calidad de un ser que no se explica por las analogías y las propiedades de la materia. Ni su ser ni su obrar se pueden expresar con el vocabulario que se utiliza para la materia.

Al mismo tiempo, el hombre es un ser corporal. Esto no es un añadido. Es un modo de ser, pertenece a su forma, a su idea, tal como Dios lo ha querido. Sabemos por experiencia que, para que el espíritu pueda expresarse en el cuerpo, el cuerpo tiene que estar en condiciones. Es preciso que la parte orgánica se haya desarrollado. Si el cerebro no se ha construido bien, la conciencia no puede expresarse. Porque el funcionamiento normal del hombre es una conciencia con un cuerpo; y el cuerpo sitúa a la persona en el mundo, y sirve de expresión e instrumento a la conciencia. La fe cristiana cree que el sujeto espiritual permanece tras la muerte, privado de su cuerpo, pero cree también que su perfección es con el cuerpo, y la alcanzará al final de la resurrección. Tiene su modelo en la resurrección de Cristo.

Creemos que en todo ser humano, desde su origen, hay un sujeto espiritual, aunque todavía no se puede expresar. Pero hay más. Para que la conciencia comience a funcionar necesita ser hablada. Necesita ser estimulada por la palabra. Sin una relación humana, la conciencia humana no se puede desplegar (o lo hace muy rudimentariamente). Esto es asombroso. Es una manifestación de que el espíritu humana es relacional. La tradición de pensamiento cristiano ve en esto una huella de que el hombre es un ser para la relación: procede de la relación con Dios y está destinado a la relación con Dios.

Para el cristianismo, es un asunto muy serio. La relación humana tiene su perfección en el amor. La moral cristiana se resume en amar a Dios sobre todas las cosas; y a los demás como hijos de Dios. Cada persona humana aspira en los más hondo a amar y a ser amada, y no le parece que hay mejor bien que éste.

Cuando se entiende el valor de cada persona, se entiende que merece ser amada. Todo amor encierra un deseo de eternidad. Amar es decir "no morirás". En los hombres es sólo un deseo. Pero en Dios es una promesa que crea la realidad. El amor personal de Dios es lo que nos convierte en sujetos para siempre.

Nos hemos acercado a las experiencias que enraízan la palabra "alma" y nos habremos dado cuenta de que estamos hablando de algo muy serio. la palabra "alma" encierra el misterio de la vida; el misterio del más allá y las aspiraciones humanas más profundas; y el misterio de la conciencia humana, de la inteligencia y de la libertad. La palabra "alma" indica también a la persona, al ser espiritual, querido por Dios y constituido, por su amor como un interlocutor para siempre.

El alma humana no es un duende, ni una cosa que esté en el hombre, ni una parte del hombre. Es el sujeto espiritual, con su forma y sus propiedades, la persona querida por Dios. Todo esto es lo que lleva dentro la palabra "alma".